Los arquitectos nos dedicamos a hacer “casas” pero en realidad decimos “viviendas” derivando del término “vivir” que queda más aséptico. Pero ninguna persona al terminar el trabajo, o una cena dice “me voy a mi vivienda” o en la época más entrañable del año se dice “vuelvo a mi vivienda por “Navidad”.
Una casa tiene más alma y puedes ponerle un apellido. La casa o vivienda es el sitio (espacio) donde se construye un hogar. Si no vas a construir un hogar, solo vivir, se dice: “me compro un piso y me apaño”.
Una casa te tiene que transmitir una sensación de paz, protección, alegría y satisfacción. Sin saber porque, hay muchas casas que nos producen estrés, y no resultan acogedoras.
Todo cuanto nos rodea tiene energía y el arquitecto se preocupa de armonizar esta energía en los espacios teniendo como primer objetivo preguntar e intentar conocer a su cliente manteniendo un dialogo, una transmisión de ideas y sentimientos.
La arquitectura es el arte de configurar un todo con sentido a partir de muchas particularidades. Proyectar significa “inventar”. Las casas son testimonios de la capacidad humana de construir cosas concretas, y de amar.
Si se construye una casa basada en desarmonías y fragmentaciones en una secuencia de ritmos rotos de quiebras estructurales, sin sentimiento, queda patente la inutilidad del objeto arquitectónico para la vida práctica.
Las Casas son creaciones artísticas. Se componen de particularidades que deben concatenarse unas con otras. La calidad de estas uniones determina, en gran medida, la calidad del hogar.
En las cosas corrientes de la vida cotidiana reside una fuerza especial y los detalles deben expresar lo que exija la idea fundamental del proyecto en su lugar correspondiente: conectar el diseño de la vivienda con las bendiciones y tesoros de la vida, una relación armónica con los valores humanos.
Así se crea un hogar.
Fuente: larquitectura.com